Fusionando la inteligencia humana con las máquinas
En los últimos 2 millones de años, el cerebro humano ha ido creciendo de forma constante; sin embargo, recientemente se ha producido un cambio sorprendente desde hace unos 20.000 años: nuestro cerebro está menguando. La reducción es tal que si se mantiene este ritmo, los científicos predicen que en unos 2.000 años más nuestros cerebros no serán mayores que los de nuestro antepasado el Homo erectus.
¿Por qué se está produciendo esta reducción en el tamaño de nuestro cerebro? Porque nuestra biología está basada en la supervivencia y no en la inteligencia. Para permitirnos crear herramientas, usar el lenguaje… necesitábamos un cerebro más grande para prosperar. Ahora que ya nos hemos estabilizado, esa necesidad se ha disipado y, por tanto, nuestra inteligencia se ha vuelto “menos necesaria” en nuestra especie teniendo en cuenta el coste en energía tan alto que requiere mantener en funcionamiento nuestro seso.
Ante este impedimento comprensible en la naturaleza, algo nos está haciendo más inteligentes a pesar de la reducción de nuestro cerebro. Aquí es donde entra la tecnología. Gracias a ella hemos podido volar o movernos más rápido, por ejemplo. En la actualidad, con la revolución de Internet en pleno apogeo, la red de las máquinas y la red de la inteligencia humana parecen unirse como una sola.
¿Y si pudiéramos tener toda esa información contenida en las redes en nuestra propia mente? La interfaz cerebro-ordenador (BCI, Brain Computer Interface) es una tecnología que se basa en la adquisición de ondas cerebrales mediante chips implantados y conectados directamente a las neuronas. Estas ondas son procesadas e interpretadas por una máquina u ordenador. El primer implante de este tipo fue desarrollado por el neurocientífico John Donoghue de la Universidad de Brown (EE.UU.) e implantado en un paralítico en 2004, permitiéndole controlar dispositivos eléctricos solo con sus pensamientos. El sistema es sorprendentemente sencillo: las señales eléctricas del cerebro son enviadas a una máquina que las interpreta y formaliza en forma de orden en dispositivos eléctricos como pueden ser una silla de ruedas o un brazo robótico.
¿Será posible conectar nuestra mente directamente a una máquina u ordenador y poseer la totalidad de la información como uno más de nuestros pensamientos? Una vez que entendamos todos los rincones de nuestro cerebro es posible que podamos recrearlos y construir un sistema aún más inteligente. Pero, este enfoque parte de la base de que muchos de los funcionamientos internos del cerebro son aún un misterio para nosotros. Además recrear un cerebro tampoco sería la solución. La inteligencia del futuro no pasa precisamente por una zona estriada ni por grasa ni por sangre.
Según un reciente estudio de la Universidad Tufts (EE.UU.) la inteligencia no se puede replicar creando la misma red de interruptores de encendido y apagado que poseemos los humanos, sino que debemos centrarnos en la red como un ente individual, como la misma red Internet. Internet es el mejor candidato para la inteligencia de las máquinas: puede trabajar en paralelo, se puede comunicar a través de largas distancias y también comete errores.
La convergencia entre las redes de ordenadores y nuestras redes neuronales parece ser la clave para conseguir crear una inteligencia que fusione máquinas y humanos, diferente a los superordenadores actuales que conocemos como Deep Blue o Watson de IBM: una verdadera inteligencia artificial.
«A pesar de que Internet aún se encuentra en una etapa temprana de su evolución, podemos aprovechar el cerebro que la naturaleza nos ha dado y hacer converger las redes de ordenadores y las redes neuronales. Esta convergencia resultará clave para crear verdadera inteligencia en máquinas artificiales», explica Jeff Stibel, neurocientífico de la Universidad de Tuft (EE.UU.).